Lectura de un cierto evangelio
-En un principio, era el caos- dijo el sacerdote, comenzando la lectura del Santo Evangelio, según no recuerdo quién.
Fue en ese momento cuando Él se levantó en medio de la escuálida multitud que asistía a la misa, y alzando tímidamente su mano, pidió la palabra, como si de una clase se tratara. Entonces, ante el asombro de la concurrencia (y del mío propio), fue que dijo lo que dijo.
-No. En un principio no fue el caos. En un principio fue la injusticia... y la tristeza. Después vino todo lo demás.
Y se volvió a sentar, tan como si nada, seguido por las miradas reprobatorias y desconcertadas de los asistentes. El cura guardó un largo y pálido silencio, con la vista perdida más allá de los vitrales de la entrada. Después de un rato, y como en un susurro, volvió a hablar.
-Él tiene razón.
La iglesia se llenó de murmullos, los que fueron interrumpidos, otra vez, por la voz temblorosa del sacerdote.
-Hermanos, nuestra misa ha terminado. Podéis ir en la paz del...
Y no dijo Señor. No, no lo dijo, juro que no dijo Señor... Yo doy fe de ello. Yo estaba ahí -con la boca abierta como todos los demás-cuando el cura terminó la misa, mucho antes de la comunión, y no dijo Señor.
-En un principio, era el caos- dijo el sacerdote, comenzando la lectura del Santo Evangelio, según no recuerdo quién.
Fue en ese momento cuando Él se levantó en medio de la escuálida multitud que asistía a la misa, y alzando tímidamente su mano, pidió la palabra, como si de una clase se tratara. Entonces, ante el asombro de la concurrencia (y del mío propio), fue que dijo lo que dijo.
-No. En un principio no fue el caos. En un principio fue la injusticia... y la tristeza. Después vino todo lo demás.
Y se volvió a sentar, tan como si nada, seguido por las miradas reprobatorias y desconcertadas de los asistentes. El cura guardó un largo y pálido silencio, con la vista perdida más allá de los vitrales de la entrada. Después de un rato, y como en un susurro, volvió a hablar.
-Él tiene razón.
La iglesia se llenó de murmullos, los que fueron interrumpidos, otra vez, por la voz temblorosa del sacerdote.
-Hermanos, nuestra misa ha terminado. Podéis ir en la paz del...
Y no dijo Señor. No, no lo dijo, juro que no dijo Señor... Yo doy fe de ello. Yo estaba ahí -con la boca abierta como todos los demás-cuando el cura terminó la misa, mucho antes de la comunión, y no dijo Señor.