Cosas Rotas
La semana que recién terminaba había dejado unas cuantas cosas rotas. El lunes, un vaso inauguró la temporada de quebrazones, con un estruendo bastante más pequeño que el provocado por la caída del televisor. Este acontecimiento, el del televisor, había ocurrido el sábado, como para culminar apoteósicamente una semana de cosas rotas. Lo había movido para limpiar el polvo del mueble que lo sostuvo durante unos cuantos años. No pensó en las leyes físicas del contrapeso ni en la falta de equilibrio de estos aparatos, cuando lo dejó en la cama, y salió tan tranquilo a sacudir el trapito de la limpieza. En eso estaba cuando sintió el estruendo, porque vaya que hace ruido un televisor al estrellarse contra el suelo. Ya no había nada que hacer. Contempló largo rato los pedazos esparcidos por el piso como si no fuera cierto lo ocurrido. No, no podía ser cierto si tan solo hace dos días se había roto el DVD en otra torpe maniobra de sus manos.
Algo no andaba bien, definitivamente, algo no andaba nada bien.
Al anochecer del domingo, contempló largo rato los restos de papel higiénico con lágrimas y mocos esparcidos por el piso… no fue el televisor lo último que se rompió esa semana.
La semana que recién terminaba había dejado unas cuantas cosas rotas. El lunes, un vaso inauguró la temporada de quebrazones, con un estruendo bastante más pequeño que el provocado por la caída del televisor. Este acontecimiento, el del televisor, había ocurrido el sábado, como para culminar apoteósicamente una semana de cosas rotas. Lo había movido para limpiar el polvo del mueble que lo sostuvo durante unos cuantos años. No pensó en las leyes físicas del contrapeso ni en la falta de equilibrio de estos aparatos, cuando lo dejó en la cama, y salió tan tranquilo a sacudir el trapito de la limpieza. En eso estaba cuando sintió el estruendo, porque vaya que hace ruido un televisor al estrellarse contra el suelo. Ya no había nada que hacer. Contempló largo rato los pedazos esparcidos por el piso como si no fuera cierto lo ocurrido. No, no podía ser cierto si tan solo hace dos días se había roto el DVD en otra torpe maniobra de sus manos.
Algo no andaba bien, definitivamente, algo no andaba nada bien.
Al anochecer del domingo, contempló largo rato los restos de papel higiénico con lágrimas y mocos esparcidos por el piso… no fue el televisor lo último que se rompió esa semana.
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