23 de marzo de 2011

CACHORRO


Me apuntó con la pistola y me dijo que le diera todo el dinero. El muchacho temblaba entero, seguramente por la mucha droga que se había metido o por la falta de ella. Pidiéndole que se calmara, saqué los billetes que tenía en un bolsillo y se los alargué, pero me gritó que él sabía que yo tenía más y, a punta de pistola, me obligó a subir al dormitorio. Le dije que no era necesario que me apuntara, que le daría todo lo que tenía y de uno de los cajones del ropero saqué el dinero que mi esposa siempre dejaba allí, por eso de que nunca se sabe, como solía decir ella. Se guardó los billetes y bajó la escalera de tres zancadas. Sin embargo, al instante volvió a aparecer en la puerta de la habitación. Me miró algunos segundos. Ya no me apuntaba. Inclinó la cabeza hacia un costado como un cachorro indefenso y me dijo: “Perdona, papá…” y salió corriendo.