5 de noviembre de 2011

Una vez yo vi al alma mojándose los pies a la orilla de la cama


Ya no escondo tanto mi cuerpo de tus ojos, porque tú no ves con los ojos. Poco importa a tus ojos, que no necesitan ver, que el esqueleto esté antes que la carne. Porque me miras, con una mirada sobrenatural, y me desbordo, ahora por los ojos míos, y me escapo de mí, sobrepasado por la alta marea del alma que sube del pecho a la garganta, y de la garganta a la orilla de los ojos… de los míos, y ahora también de los tuyos. Entonces rodamos por rostros horizontanles, convertidos en diminutos ríos que desembocan en la almohada.
Y el aliento arrastra al deseo cansado hasta la orilla, donde muere, pero no muere... como las olas.