15 de abril de 2012

TODAS LAS HORAS DEL MARTES

Mete la llave en la cerradura, la gira… se tarda mil segundos en abrir. No sabe lo que va a encontrar al otro lado.

Son las tres de la tarde de un lunes. Nunca ha estado un lunes a esa hora en su casa. Su propia casa. Durante casi veinte años, nunca. Nunca un lunes laborable.


Entra. Por fin entra.

Otros mil, dos mil segundos, inmóvil en la entrada, observando los muebles, los cuadros, los adornos de la sala, como intentando reconocerlos.


Se mueve. Por fin se mueve.

Deja el maletín en la mesa; el abrigo en el respaldo de una silla. Se afloja la corbata y se deja caer en el sillón que mira a la ventana.

“Este es el color de mi casa a las tres de la tarde”, piensa mientras mira la luz que se filtra a pesar de las gruesas cortinas.

“Esta la temperatura de mi casa vacía…”

“Y el silencio, aquí adentro (lleno de ruidos de la calle), a las tres diez de la tarde.”

“Mi casa por dentro a las tres y cuarto de la tarde de un lunes de trabajo.”
Eso piensa. Eso siente.

Y duerme… se duerme. Después de tantos años, una siesta involuntaria. La siesta de los despedidos, la siesta de los echados a la calle.

Cuando se despierta, a una hora incierta, todo sigue igual. Todo, menos el color de la casa a esa hora incierta de un lunes laborable.

“Mañana sabré cómo son todas las horas del martes aquí adentro.”

Piensa.

4 comentarios:

Beauséant dijo...

has conseguido agobiarme con el ambiente :(

cuando alguien se queda en paro siempre te dicen que no debes estar quieto: hay que moverse, buscar, no dejar de intentarlo.

Nadie te dice, claro, que hacer cuando todo falla y, al final, bajas los brazos.

Edurne dijo...

Jolín!
Qué así... qué puñetero el ambiente, no?
Y por muy bonita que esté tu casa a las tres o a las cinco de la tarde de cualquier día, no sé si quisiera percatarme de cómo es!

Demasiado alto el precio para saberlo!

Triste eh, profe!

Has conseguido muy bien el efecto que querías, ya lo creo!

Un super abrazo!

Y ojalá que no tengamos que saber el color de las horas de los días y las semanas, de los meses... en nuestras casas!
Ufff!

;)

Anónimo dijo...

uffff angustia!

Andrés del Olmo García dijo...

Este cuento es un bello reflejo de lo que se mira cuando se observa, cuando la calma, el silencio y el fracaso, nos devuelven la capacidad de asombro. Felicitaciones y Saludos.