12 de agosto de 2013

La otra mitad de la cumbia


Lluvia miserable la de esta mañana. La ciudad se despliega entre una gama de grises y un sinfín de lucecitas que sucumben al día. Los trenes se desparraman lánguidos por los rieles de sus horas -de todas sus horas- con su carga de huesos y carne tan parecida al desperdicio.

El alma busca refugio en un par de audífonos que se multiplican como un reguero de orejas. El corazón se esconde en una balada romanticona, en una cumbia, en un rock apocalíptico y rabioso, al compás de latidos inciertos, tristones… resignados.

Y el sentido no brilla ni por su ausencia. Y parecen tantos los días de la vida… tantas las mañanas de lluvia miserable.

En mala hora me descolgué hoy del ropero. Prometo, señor, no reírme nunca más de los suicidas. Prometo no putearlos si detienen el tren de las ocho am, dejando la cumbia mañanera partida por la mitad en la oreja del pobre.

7 de agosto de 2013

Las bicicletas son para el otoño


Cuando descubrió que el Viejo Pascuero no existía, supo que la anhelada bicicleta no llegaría nunca. Por eso, la navidad en que –envuelta en un mar de cintas rojiverdes- vio bajo el árbol la bicicleta de sus sueños, rompió a llorar con una alegría inconsolable. Después, como reza la tradición, salió a la calle para presumir de su regalo delante de los niños del barrio, quienes ni siquiera se molestaron en mirarlo. Entonces emprendió el viaje más feliz de su vida. Poco importaba que solo fuese alrededor de la manzana y menos que,  a esas alturas, él tuviera mucho más de cuarenta años.