18 de diciembre de 2014

Cómplices


Nos lamentamos, hipócritas, de no haberlo visto venir.

Como cada tarde, vagábamos por las calles buscando alguna aventura para matar el tiempo. Remigio, el tonto del pueblo, con tal de ser parte del juego, se prestaba solícito  a nuestros sádicos caprichos, ya como blanco  de los pelotazos, ya como animal de carga… en fin, siempre como víctima. Ese día sería un prisionero a quien debíamos rescatar de una muerte casi segura.

Después, cuando espantados contamos lo sucedido, nadie dudó de nuestra versión: “Estábamos lejos, no lo vimos venir…”

“Es que por este pueblo” -agregó alguien para finiquitar el asunto- “el tren pasa tarde, mal y nunca”.

2 comentarios:

Beauséant dijo...

Es extraño, hay gente que es capaz de vivir con esas cosas, de guardarlas muy dentro y acabar por creer lo que dijeron.. Quiero pensar que yo no podría, pero...

Edurne dijo...

La crueldad. El aburrimiento. Las mentiras. El silencio...

Besos y aplausos!
;)