28 de abril de 2014

CASA


Una incierta tibieza de otro tiempo se me cuela a veces por entre las costillas y se asienta un rato corto entre la garganta y el pecho. Mis pies desnudos escarban en la tierra y se regocijan con el calorcito que la tierra guarda. A mi lado, mi hermana dibuja en el suelo la casa de sus sueños con una rama desnutrida. Con los ojos de ayer, la casa que mi hermana dibuja, es lo más parecido a una mansión; con los ojos de hoy, está mucho más cerca de una mediagua.

Mi hermana creció y -a fuerza de porfía y mucho trabajo- construyó una casa con muchas ventanas, tantas que alcanza para dos soles… o más.  

A veces, en el jardín de la casa de mi hermana, sin que nadie me vea, me saco los zapatos buscando la tibieza esa de otro tiempo, esa que se cuela por los recovecos intercostales, y dibujo en la tierra un sueño con forma de casa.