–Mucho me temo que vienen a rescatarme–
exclamó fastidiada la princesa. Cautiva desde hace siglos en la última página
de su propia historia, vio como la hoja que la precedía se transparentaba poco
a poco ante la inminencia de un nuevo final, que inevitablemente sería el mismo
de siempre: un apuesto príncipe, de ajustadas y –a estas alturas– desteñidas lycras azules, irrumpiendo en lo
alto de la torre para salvarla. Pero esta vez, la princesa no estaba en su
celda. Había huido por la última línea –esa del “y fueron felices”– no se sabe si con el rudo carcelero o con la
suave criada.
18 de julio de 2014
3 de julio de 2014
Hologramas
Nos conocimos en otra dimensión, en medio del alboroto
cotidiano del tren mañanero. Entre cientos de ojos, los nuestros se cruzaron en
esa esquina intangible del tiempo y del espacio. Allí nos enamoramos, tontos
perdidos, nos compramos la casita con subsidio y tuvimos a los mellizos. Aunque
las cosas no fueron fáciles, alcanzamos a rozar la felicidad. Pero la velocidad
de las estaciones todo lo desvanece y cuando las puertas del tren se cerraron
tus ojos ya no estaban reflejados en la ventana.
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