Primera noción de muerte
Una larga hilera de pequeñas luces avanzaba por la orilla de la playa, en medio de la oscuridad que precede al amanecer. Mi hermana mayor, a quien le habían encargado mi cuidado, me despertó para que miráramos el cortejo. Estábamos solos en la casa, porque nuestros padres y el resto de los hermanos venían acompañando a la difunta. Yo tenía apenas cinco años cuando murió la tía, y por aquel entonces no sabía lo que era morirse.
El sol lanzaba tímidamente sus primeros rayos, cuando la procesión comenzó a cruzar delante de nuestros ojos. Las luces que habíamos visto a los lejos, ahora eran diminutas llamas de velas, que temblaban dentro de artesanales faroles hechos de lata. Todo el pueblo vestido de negro pasó frente a nuestra casa. Y en medio del gentío, una lenta y ceremoniosa carreta tirada por dos bueyes, cargaba un humilde ataúd de madera sin trabajar.
-¿Qué llevan en esa carreta?- le pregunté muy bajito a mi hermana.
- En ese cajón llevan a la tía- me respondió, como si se tratara de un secreto.
Un escalofrío me sacudió la carne y los huesos. Escondí la cabeza en su regazo y a partir de ese momento sólo sentí el ruido del rito de la muerte. “Dios te salves”, salpicados de sollozos, cruzaban el aire, los que eran respondidos por un lastimero coro de “Ave Marías”. Aquella letanía macabra no me dejaría dormir tranquilo durante mucho tiempo. Una irracional e inevitable herencia había tomado posesión de mi alma de niño: el miedo a la muerte.
Ahora, cuando tengo la certeza de que moriré muy pronto, ya no temo a la muerte. Y no le temo, porque por fin he comprendido la razón del miedo. El niño que fui, pensaba que después de muerto seguiría viviendo.
Una larga hilera de pequeñas luces avanzaba por la orilla de la playa, en medio de la oscuridad que precede al amanecer. Mi hermana mayor, a quien le habían encargado mi cuidado, me despertó para que miráramos el cortejo. Estábamos solos en la casa, porque nuestros padres y el resto de los hermanos venían acompañando a la difunta. Yo tenía apenas cinco años cuando murió la tía, y por aquel entonces no sabía lo que era morirse.
El sol lanzaba tímidamente sus primeros rayos, cuando la procesión comenzó a cruzar delante de nuestros ojos. Las luces que habíamos visto a los lejos, ahora eran diminutas llamas de velas, que temblaban dentro de artesanales faroles hechos de lata. Todo el pueblo vestido de negro pasó frente a nuestra casa. Y en medio del gentío, una lenta y ceremoniosa carreta tirada por dos bueyes, cargaba un humilde ataúd de madera sin trabajar.
-¿Qué llevan en esa carreta?- le pregunté muy bajito a mi hermana.
- En ese cajón llevan a la tía- me respondió, como si se tratara de un secreto.
Un escalofrío me sacudió la carne y los huesos. Escondí la cabeza en su regazo y a partir de ese momento sólo sentí el ruido del rito de la muerte. “Dios te salves”, salpicados de sollozos, cruzaban el aire, los que eran respondidos por un lastimero coro de “Ave Marías”. Aquella letanía macabra no me dejaría dormir tranquilo durante mucho tiempo. Una irracional e inevitable herencia había tomado posesión de mi alma de niño: el miedo a la muerte.
Ahora, cuando tengo la certeza de que moriré muy pronto, ya no temo a la muerte. Y no le temo, porque por fin he comprendido la razón del miedo. El niño que fui, pensaba que después de muerto seguiría viviendo.
16 comentarios:
Excelente relato.
Alguna vez leí en unos versos de Machado diría algo así como La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos.
La ternura de ese acercamiento primero a la muerte es conmovedora.
Leerte es siempre hacer "parada y fonda", analizar, sentir... hoy toca el miedo, más que a la muerte, diría que al sufrimiento físico, moral, nuestro y de los nuestros.
Muy duro, muy hermoso.
Un abrazo. Muy fuerte.
Me quedo impactada. Por la certeza de que morirá pronto, por el miedo a la muerte del niño, por el ya-no-miedo del adulto porque no estará vivo para sufrirla, por tu increíble forma de contarlo,...
Un abrazo
UNO SIEMPRE TIENE ESE MIEDO A LO DESCONOCIDO A LO QUE NO PUEDES TOCAR NI SENTIR , COMO NO TEMER ES DIFICIL.
UN ABRAZO GRANDE PARA MI AMIGO LINDO DE MI.
Leerte es como leer libros publicados y empastados con tapa dura y hojas amarillas llenas de notas alrededor. Es curioso, pero cuando te leo me parece tocar esas hojas de papel.
Notable el relato.
Felicitaciones, lo vi todo, las velas, el cajón, lo negro húmedo de las ropas, la casa incluso crujía un poco. Pero no pude ver el rostro del niño.
la primera noción de la muerte
siempre queda en la memoria.
quizás nos sirve para pensar en la última noción que tendremos
y sentirnos tranquilos cuando llegue.
oye, no es por echar flores, ni nada por el estilo (las flores pa los entierros) pero es que te ha quedado perfecto.
Un saludo admirado y enhorawena por ese relato.
Hola!
La casualidad me trajo a este blog, es realmente bonito como escribes. No sé, como que me acordaste de Poe.
Cariños
Me dejaste boquiabierta con la frase final... Intenso... Sin palabras... Saluditos (y diría que son benditos esos recovecos ;)
...
Uff, que escalofrío...
Es impactante, directo, real, pero a la vez bonito...
Es un placer tenerte a un click...
Un beso rojo como siempre encantado de leerte, de meterme un poco en ese universo particular que creas en el extrarradio...
Mi primera noción de muerte fue bastante parecida a esa, casi a la misma edad y también marcó lo que hoy siento respecto a ella...
Tus textos transportan hacia lugares y sentimientos que a veces tememos pero que es importante encontrar...
un beso
(Perdone, amigo... no puedo postear este cuento... Se le extraña en el Zambrano... Y en mi vida... Abrazo. Arn)
Casi no tengo palabras para comentar. Además es duro escuchar que alguien sabe que morirá pronto. No sé por que. Al menos me quedo tranquila sabiendo que ya no tienes miedo.
Es inevitable no quedarse pensando después de leer este post.
Te mando un abrazo.
angustias y escalofríos tejen palabras en mi cerebro. ya te dije una vez la tremenda capacidad que tienes de hacernos visualizar tus relatos. besos
Publicar un comentario