Del tiempo y un par de zapatos
La ocasión era importante, por lo tanto, se esforzó más de lo acostumbrado en el rito del lustrado. Aplicó betún hasta en el último milímetro de zapato. Después, los dejó un momento al sol, como reposando, para luego continuar con la fase del abrillantado. Durante largo rato frotó el cuero con un paño y no descansó hasta quedar satisfecho con el resultado. Metió la mano dentro de uno de los zapatos y lo miró con detenimiento, mostrándolo al sol para comprobar el brillo.
Aquellos zapatos habían sido los primeros que había tenido. La tía solterona –quien generosamente se hizo cargo de su crianza cuando le tocó quedarse solo- se los había comprado, no con poco sacrificio, para su Primera Comunión. Claro, no se podía recibir el Cuerpo de Cristo así tan mal calzado. Eran “Bata” -biónicos, nucleares o galácticos, no recuerdo cuál era el gancho vendedor aquel año- y negros, para que sirvieran, también, para el uniforme del colegio. El asunto es que el sentimiento que experimentó, mientras estaba en la larga fila de niños esperando comulgar, si no era la felicidad, era lo que más que se le parecía. Y el sentimiento aquel estaba en los pies, y no en el corazón, como él quería creer, debido a la sagrada ocasión. Lo sagrado siempre está teñido por lo profano.
Después de lustrarlos, dibujó sobre un cartón dos plantillas, las que luego recortó con cuidado para, finalmente, acomodarlas en cada uno de los zapatos. Con éstas, intentaba disimular los orificios que el tiempo y sus miles de pasos, habían abierto en las suelas de sus zapatos.
Los cordones, sin embargo, eran nuevos, pues los originales no habían resistido tanto hacer y deshacer nudos. Lentamente, los deslizó, desde el primero al sexto agujero, hasta dejar los extremos de la misma medida, así, el nudo rosa quedaría perfecto, como su tía, con santa paciencia, se lo había enseñado.
Cuando llegó la hora, ni un minuto antes, se los colocó como si de una ceremonia se tratara. Los zapatos, tan brillantes, desentonaban con su ropa gris y gastada. Entonces, se unió al resto de la gente que iniciaba el recorrido por las polvorientas calles del pueblo, hasta la iglesia, primero, y luego hasta el cementerio, donde enterrarían a su tía.
Después que todos se marcharon, él continuó junto a la tumba por un largo rato. Se miró los zapatos -ahora, opacos por el polvo acumulado en la caminata- y el sentimiento que experimentó, si no era el desamparo, era lo que más se le parecía. Y el sentimiento aquel estaba en su corazón, y no en sus pies, como él quería creer. Lo profano, a veces, se tiñe de lo sagrado.
La ocasión era importante, por lo tanto, se esforzó más de lo acostumbrado en el rito del lustrado. Aplicó betún hasta en el último milímetro de zapato. Después, los dejó un momento al sol, como reposando, para luego continuar con la fase del abrillantado. Durante largo rato frotó el cuero con un paño y no descansó hasta quedar satisfecho con el resultado. Metió la mano dentro de uno de los zapatos y lo miró con detenimiento, mostrándolo al sol para comprobar el brillo.
Aquellos zapatos habían sido los primeros que había tenido. La tía solterona –quien generosamente se hizo cargo de su crianza cuando le tocó quedarse solo- se los había comprado, no con poco sacrificio, para su Primera Comunión. Claro, no se podía recibir el Cuerpo de Cristo así tan mal calzado. Eran “Bata” -biónicos, nucleares o galácticos, no recuerdo cuál era el gancho vendedor aquel año- y negros, para que sirvieran, también, para el uniforme del colegio. El asunto es que el sentimiento que experimentó, mientras estaba en la larga fila de niños esperando comulgar, si no era la felicidad, era lo que más que se le parecía. Y el sentimiento aquel estaba en los pies, y no en el corazón, como él quería creer, debido a la sagrada ocasión. Lo sagrado siempre está teñido por lo profano.
Después de lustrarlos, dibujó sobre un cartón dos plantillas, las que luego recortó con cuidado para, finalmente, acomodarlas en cada uno de los zapatos. Con éstas, intentaba disimular los orificios que el tiempo y sus miles de pasos, habían abierto en las suelas de sus zapatos.
Los cordones, sin embargo, eran nuevos, pues los originales no habían resistido tanto hacer y deshacer nudos. Lentamente, los deslizó, desde el primero al sexto agujero, hasta dejar los extremos de la misma medida, así, el nudo rosa quedaría perfecto, como su tía, con santa paciencia, se lo había enseñado.
Cuando llegó la hora, ni un minuto antes, se los colocó como si de una ceremonia se tratara. Los zapatos, tan brillantes, desentonaban con su ropa gris y gastada. Entonces, se unió al resto de la gente que iniciaba el recorrido por las polvorientas calles del pueblo, hasta la iglesia, primero, y luego hasta el cementerio, donde enterrarían a su tía.
Después que todos se marcharon, él continuó junto a la tumba por un largo rato. Se miró los zapatos -ahora, opacos por el polvo acumulado en la caminata- y el sentimiento que experimentó, si no era el desamparo, era lo que más se le parecía. Y el sentimiento aquel estaba en su corazón, y no en sus pies, como él quería creer. Lo profano, a veces, se tiñe de lo sagrado.
17 comentarios:
eso de lo material y lo espiritual recorre toda la vida.
¿que es lo que quiero lograr cuanto hago un favor?
¿que es lo que quiere la persona que aparece despues de tanto tiempo,y te pide un favor a ti, justo a la persona que menos deveria hacerlo?
no se estoy escribiendo cosas que estan en mi mente por estas horas.
te quiere
LORENA
Es curioso que esos pies no han crecido con el tiempo y llevan los zapatos de la comunión(o ha pasado poco tiempo?). Es triste el desamparo ante una tumba, y el que se queda en el corazón, pocas cosas consuelan, quizá el abrazo de un amigo?
un abrazo fuerte
pero veces se cae el alma a los pies, la mayoría de veces por sobrepeso, y entonces unos zapatos nuevos ayudan (a darle una patada por lo menos)
No es grande la diferencia entre lo profano y lo sagrado.
Unos zapatos rescatados del tiempo ayudan a entenderlo.
Un abrazo
Todo vuelve a repetirse una y otra vez, sólo que con inapreciables diferencias.
lo material es que afuera hay sol, está calientito,de vez en cuando un aire fresco, personas que están más vivas de lo que creen, o quieren... pero existe algo inmaterial la tristeza
¿por que tanta tristeza?
¿por que todo tan triste?
La tristeza nos vuelve ciegos, oscuros y solo depende de nosotros querer ver denuevo la luz.
Pase por aquí amigo mío, creo que he pasado una o dos veces antes, no quise dejar nada escrito, pero esta vez no hay nada que ocultar...
me gustaría que quisieras ver más allá... ver lo bello que eres, que la felicidad si es posible, y nada, hombre!!! ¡¡¡la vida pasa y se va sin piedad, que no sea tarde luego para vivirla!!!
y una vez más: escribes muy bien, y te recuerdo que me debes algo relacionado con ese talento tuyo...
te quiero mucho
caro
he de confesarlo: no tengo tiempo para leer el cuento, aunque sea corto.
No es que sea difícil imaginar la ciudad tibia, es que lo que yo quiero es sentirla, y de repente se me enrevesan las historias, cruzándose cortándose. Y tengo que dejar de imaginar, porque me pierdo y no tengo tiempo para eso
yo diría que lo profano se viste de sagrado...
bonita historia de zapatos.
gracias por tu consejo! pero creo que no puedo hacerte caso, ya he empezado con 'el proceso' de kafka. pero dime! ¿cómo se llama el autor de 'sobre héroes y tumbas'?
por cierto! soy yo, o tú tienes algo que ver con el catalán?
Los zapatos del protagonista de tanto.. de esfuerzo, de largas caminatas, del dolor que produce la pobreza, magnificado para él por la pérdida de su tía.
Imagino los caminos de tierra, los ingratos orificios que acusan el paso del tiempo y el sobreuso.. el brillo que se escabulle debajo del polvo, la cara agrietada de preocupaciones, el pelo limpio y la camisa blanca dispuestas para despedir a la mujer que alguna vez lustró sus zapatos.
Bella y triste historia.
Abrazos!
No hay antagonismos entre profano y sagrado.Apenas una sutil distancia.Unos pasos lustrados...
Genial .Muy emotivo e invitador a la reflexión.
Un abrazo
Lo profano, a veces, se tiñe de lo sagrado.
Qué bellas palabras las tuyas y que tristeza poética......
saludos
gracias por tu visita a mi blog
Me gusta donde instalas los sentimientos caballero y me quedo con tu frase "Lo profano, a veces, se tiñe de lo sagrado"
Enhorabuena por el relato
Besos xxl
Amigo Tristancio:
Dejo este mensaje para dar aviso de mi "cambio de casa".. o de blog.. jej.
Un abrazo
Hermoso cuento Tristancio. Me gusta mucho tu estilo, uno parece meterse en la historia...En este caso parecía estar caminando hacia ese entierro. Lo profano y lo sagrado... genial...
un beso!
un par de zapatos.
y yo llegué descalza...
para sentir bajo los pies todas tus palabras
y recordar los sueños.
El comentario por los zapatos y las nostalgias...
creo el cuento es mucho más iluminador que cualquier explicación.
El detalle de las plantillas.. "Con éstas, intentaba disimular los orificios que el tiempo y sus miles de pasos, habían abierto en las suelas de sus zapatos"...me encantó..
el tiempo y sus miles de pasos...
un abrazo pues, veo que tengo harto por leer aún en tu blog
***
Hace tiempo me preguntaste por Lispector, sólo he leído Lazos de Familia (cuentos). Está lleno de mujeres histéricas y la escritura es alborotada, muy simbólica, harto para anlizar desde el punto de vista de género. De seguro hay más, pero esa fue mi lectura, acelerada por cierto...
***
y llueve
Solo Genial¡¡¡¡
Evocaste, lo mas duro y triste demi vida.
Seguire por aqui
Baccio e un hug per voi
Colomba
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