19 de diciembre de 2007

La esperanza y un par de zapatos
Para Valentín, mi Pequeño Valiente, y su madre, mi hermana,
quien me contó de los zapatos de esta historia




No sé por qué razón, mi hermana mayor se empeñaba en creer en el Viejito Pascuero. Aunque éste nunca había dejado ningún juguete como prueba de su existencia, cada víspera de navidad ella colocaba sus zapatos delante de la puerta de la casa, con la esperanza de que al día siguiente encontraría sobre ellos una muñeca de pelo rubio y ojos azules que se abrían y cerraban bajo unas largas pestañas.

Cada 25 de diciembre, mi hermana salía de la cama muy temprano y corría ansiosa hacia la puerta, y como siempre, lo único que encontraba era un zapato, haciéndole compañía al otro. Y como siempre, a la decepción de no encontrar lo esperado, seguía la conformidad. Mi hermana terminaba justificando al Viejo Pascuero: que el Polo Norte estaba muy lejos o, simplemente, los regalos no le habían alcanzado. El próximo año seguro pasaría por el pueblo y se detendría ante nuestra puerta...

La navidad en que mi hermana tenía trece años no dejó sus zapatos afuera. Pensé, entonces, que le había llegado la hora de no creer más. Pero estaba equivocado. Descubrí mi error la navidad pasada, cuando viajé al pueblo para pasar las fiestas de fin de año en familia, y, sobre todo, para verla a ella, porque dentro de poco iba a tener un hijo. Esa nochebuena, mientras hablaba con ella, puse mi mano en su vientre inflado para sentir alguna patada de mi sobrino y, por casualidad, o tal vez no, le pregunté si también dejaría los zapatos de Valentín en la puerta para que Papá Noel le dejará los regalos, o le enseñaría desde pequeñito que el Viejito Pascuero no existía. “¿Quién te contó que no existe?”, me dijo. Yo sonreí, pensando que bromeaba...

Si mi hermana no volvió a dejar sus zapatos a la intemperie, no fue porque haya dejado de creer, sino porque aquel día comprendió que el Viejo Pascuero, en todos esos años nunca había dejado de pasar. Esa nochebuena, una lluvia abundante cayó sobre el pueblo... Mi hermana, al levantarse aquella mañana encontró sus zapatos, sus únicos zapatos, llenos de agua. Entonces supo lo que valía tener un par de zapatos... secos.


15 comentarios:

Nico dijo...

Hehehe...
Ya te dije, me dio risa el final, es una linda anecdota :P...Graciosa


Pucha, señlor fantasma, quizás tendremos que dejar nuestro café para el proximo año... pero no importa, igual iremos xD

Muy Feliz Navidad, señor...que lo pase muy bien y que le regalen harto xD ^^

ybris dijo...

Pues sí. El viejo Pascuero nunca deja de pasar.
Aunque sólo sea para llenarnos de agua los zapatos alguna vez y de ilusión, todas.

Un abrazo

Manuel dijo...

Hermoso relato... muy sincero y emotivo. Imaginé cada momento, los zapatos mojados como corolario de las ilusiones caídas como estrellas fugaces.
Admiro tu pluma, amigo Tristancio y te extraño por msn! Qué te has hecho?
Un fuerte abrazo,
Manuel

Leuma dijo...

Bonita historia, y sí, a veces es mejor valorar lo que ya se tiene, aunque sólo sean unos zapatos(pero secos), que perderlo por añorar lo ausente, un beso fuerte Tristancio

adictaacruzarenrojo dijo...

Irradias, (escupes me atrevería a decir) dulzura que se engancha en las pestañas.
Pintas zapatos con lagunas, y memorias de zapatos despintan las paredes de pasados cercanos.
Y yo me pregunto en qué voy a empezar a creer para poder dejar de hacerlo después...
Un beso fuerte, fuerte, fuerte...

chuliMa dijo...

Mmmm..últimamente sus posts rondan alrededor de los zapatos.

Como siempre muy visual la historia, y además ¡Con moraleja¡

Besos grandes y llenitos de cariño, (pa que no se los lleve el agua, ni el viento, ni el Sr ese vestido de rojo)
;-)

eSadElBlOg dijo...

a mi estos posts de recuerdos navideños me desconciertamn, que no se si entristecerme por los zapatos vacios cada navidad, si reirme de que no dejara de creer sino que fuera prevenida o alegrarme por el embarazo, supongo que las tres, no?

Paz dijo...

ayer pensé que no es que Papá Noel no exista, sino que todos somos un poco de Papa Noel.

Leuma dijo...

Feliz Navidad Tristancio, un beso

Anónimo dijo...

que lindo relato, me lo imagine a medida que lo leia.
es el tristan el de la foto no????? que tierno.

Feliz navidad, aunque se que estas fechas para ti no son mucho.
yo ya termine, e ire a stgo luego, te llamare y pasare a verte y vamos al teatro ¿te parece?

mil besos y abrazos llenos de caramelos

te adoro

lorena

Anónimo dijo...

lo mire bien y no es el tristan.
lore

Anónimo dijo...

Es bien cierto que descubrimos el valor de las cosas cuando nos quedamos sin ellas.
Sabes? tu Papa Noel es una preciosidad!.
Paz y amor de una hippy trasnochada. Y salud... y trabajo... y... Un abrazo!.

Sergio Saavedra Rivera dijo...

Hermosa historia, eso es verdad, cuando dejamos de tener algo es cuando comenzamos a valorarlo... que raro no?...
Gracias por tu post... bienvenido cuando quieras pasar...
Saludos

Anónimo dijo...

No es demasiado recomendable creen a ciegas, o tener demasiadas esperanzas.

Al menos, ese año, ella era la que traía el regalo.

doidao dijo...

hola tristancio
profe,, me gusto el texto mmm
me hace pensar artas cosas,, de echo aun uno tine creencias , que en cualquier momentos se esfuman ,

saludos y cuidese.
y muchas gracias por todos su conocimientos compartidos,

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aa y vea mis texto k ciempre me gusta que usted los corrija o los comente adios.