18 de julio de 2010

“CON LO QUE YO TE QUIERO, HIJOPUTA”

… Escogiste un buen sitio para quedarte. Es lindo en verdad, tal como me habías contado. Sin embargo, este frío era difícil de imaginar, sólo ahora que lo siento puedo entender de lo que hablabas. Tú decías que era lo único malo de este lugar, pero que terminarías acostumbrándote, total, los muertos son más fríos que el frío. Eso decías…

¿Sabes? Nunca pensé que debería traerte tan pronto. Pero promesa obliga. Estábamos borrachos aquella vez, borrachos como cada vez que alguien te abandonaba, como cada vez que alguien me abandonaba. Ay, amigo, el desamor casi nos volvió alcohólicos. En eso también éramos tal para cual: unos perfectos perdedores. Siempre decías que debíamos haber nacido maricones, que habríamos sido la pareja imperfecta: “Con lo que yo te quiero, hijoputa”, me decías muerto de risa, después de haber llorado todo tu tinto llanto de borracho clásico.

Fue solo después de la resaca de tu muerte cuando recordé aquella promesa, aquélla que la vanidad de creernos inmortales nos había hecho olvidar. Y es por eso que estoy aquí, contemplando el paisaje que tantas veces me contaste, y que ahora vuelvo a escuchar como si fuesen las indicaciones para encontrar el sitio exacto en un mapa.

A la entrada del pueblo, a mano derecha (si vienes del Este), encontrarás un puente de madera. Sí, ése que alguna vez fue colgante. Debes cruzarlo y seguir el camino de tierra hasta encontrar el sendero que te lleve al bosque. Camina por ese sendero. Si es primavera, verás flores amarillas y moradas por todos lados. Pronto llegarás a una bifurcación: un camino te lleva hacia la profundidad del bosque; el otro, al mar… Allí, al final del sendero, ¿lo ves?

Sí, lo veo… como si me hubieras prestado tus ojos. Sólo las flores no están porque es invierno.

“Justo en ese punto quiero que eches a volar mis putas cenizas”, me dijiste. Te respondí con una risotada, también de borracho, que no hablaras güevás. Pero entonces te pusiste bien serio -y yo me reí con más ganas porque los borrachos que tratan de ponerse serios se ven muy cómicos- y me hiciste prometerlo… vale, vale, prometido.

Y aquí estoy, sacudiéndome de las manos el triste polvo en el que te has convertido, con fuerza, con rabia, para ver si ahora que estás muerto me sacudo también este amor de mierda. Porque en eso no te fijaste, hijoputa, que cuando decías el chistecito aquel de los maricones yo me mordía la risa…




8 comentarios:

Edurne dijo...

Tiernísimo. Me emocionó totalmente, Fabián!
Corto pero genial. Llega.

La vida es triste, a veces está llena de mentiras, de secretos ocultos, que sólo se pueden sacudir, como esas putas cenizas, cuando tal vez ya sea demasiado tarde para ennarbolar la verdad...

Un abrazo inmenso desde esta Orilla calurosa!

Se te echaba a faltar, qué bueno que volvíste por estos recovecos!

ybris dijo...

Notable y honda entrada.
Tan triste como profunda, amigo.
Una reflexión póstuma sobre la amistad a la luz de una promesa bien cumplida.

Un abrazo.

Beauseant dijo...

Nunca he entendido el dejar esa carga póstuma ni en promesas más allá de la muerte.

Una historia dura, y bien contada...

Hans dijo...

Que triste... muy triste...
Pero a la vez, fantástico.
Un abrazo profe!

Anónimo dijo...

hermosa y bohemia historia de amor... redondita

Diego dijo...

Querido Tristancio: si volver significa empezar a publicar otra vez, entonces digamos que sí. Pero en realidad nunca me he ido del todo. De vez en cuando me complacía entrar a mis blogs elegidos y leer lo último que habían publicado. Por lo tanto, siempre he rondado el tuyo -sabes que has sido un referente para mí- y me alegraba de saber que tu arte seguía y sigue vivo.
Esta vez el blog será sólo una suerte de desahogo, cosa que antes apenas era en parte, y no aspiro a mucho más. Que sepas que con o sin palabras sigo estando aquí, y que me alegro mucho de tu bienvenida, "como si nunca me hubiese ido". Un abrazo.

MucipA dijo...

Tu historia transmite muy bien la dureza de tener que soportar la muerte de la persona que amas,
un relato que me ha llegado hondo.
Un saludo!

Castigadora dijo...

No sólo me quedé triste por la muerte de un amigo, pero además de la perdida está la pena por no haber podido ser sincero con él. Muchas emociones para el mismo relato. Encantador como siempre

Un beso