“Había una vez…”, repito, y me quedo un rato en el suspenso
de los puntos suspensivos. Ya le he contado esta historia no sé cuántas veces,
pero ella no se duerme. Tal vez tiene hambre, pienso, buscando la causa de su desvelo, y vuelvo a revisar su
pañal para asegurarme que esté seca. Qué remedio… no me queda más que sobreponerme
al cansancio y continuar con el cuento que, a estas alturas de la noche, parece
el cuento de nunca acabar: “Había una vez una princesa tan distraída, que cada día había que
contarle su propia historia para que no se olvidara de quien era…”
Por fin, después de no sé cuántas vueltas a la historia, desde
la lejanía de un mundo que es solo de ella, mamá me mira, sonríe… y se duerme.
(Y son siete los años de estos malditos recovecos...).
5 comentarios:
hacerse mayor es volver a ser pequeño, como si la vida y nuestros errores fuesen rutas circulares...
Qué lindo post. Me llegó al corazón.
Bello
Bello
muy bonito
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