Muchos kilómetros
después nos despertó el conductor.
-
El
animal se queda aquí – dijo secamente.
Miré alrededor. No
había más que desierto…
El perro,
desconcertado e inquieto, parecía no resignarse a su destino y pude verlo siguiéndonos
en medio de la polvareda durante un buen trecho. De pronto desapareció.
Entonces golpeé el techo de la cabina. El camión se detuvo y me bajé.
Me bastó desandar un
poco del camino para encontrarlo. Acezaba.
-
No
sé adónde voy - le dije- pero tú te vienes conmigo.
Él movió su cola.
4 comentarios:
Siempre me volaras la cabeza con tus textos como la primera vez ...
Por suerte hay veces que uno puede elegir sus compañías :)
Qué casualidad, estoy leyendo "Tombuctú" de Auster, perro y hombre, amistad, lealtad, cariño...
El texto, una delicia, como siempre, amigo!
Un superabrazo trasatlántico!
;)
Oh, qué hermoso! Te imagino bajando del camión y yendo en busca del amigo perdido. Gracias por esto, amigo.
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