8 de octubre de 2013

Agua salada

                                                                                                                                                                           A mi padre...

A grandes zancadas sobre las olas vimos alejarse la embarcación rumbo al horizonte. En ella, ataviado con su mejor traje, iba mi padre, triunfante y feliz. Y, aunque la ruta no era la prevista, después del primer desconcierto por el abrupto cambio de planes, comprendimos que no debíamos impedirlo. Total, papá siempre hizo lo que quiso. Simplemente, el pueblo de más al norte, nuestro eterno rival futbolero, no era puerto para su destino. Así pues, mientras  la corriente del río nos acercaba al mar, papá pensó su última jugada… fue cuando el agua nos  arrebató el ataúd de las manos.

2 comentarios:

Beauséant dijo...

Siempre logras dar un giro a los textos en muy poco espacio, parece hasta fácil, hasta que lo intentas... :)

Edurne dijo...

Este día corría yo a las urgencias hospitalarias con el mío. Y ahí empezó el calvario de estos últimos cuatro meses, hasta... hasta el final!

Los padres siempre hacen lo que quieren, y cuando quieren irse, porque saben que tienen que irse... van y se van!
Y nos dejan llenos pero vacíos!

Un abrazo bien apretadito Fabián!
;)