29 de abril de 2007

Cheque

Llegué al subterráneo donde funcionaban las cajas a eso de la una. Mala hora, pensé, para llegar al banco. Y tenía razón, pues vi con decepción que la fila, después de culebrear ordenadamente por entre los cordeles dispuestos para ello, se alargaba hasta subir por las escaleras que daban a la calle.

Estuve a punto de desistir, pero debía cambiar el cheque ese día o ni siquiera tendría plata para comprar pan (y no era un decir). Resignado me puse en la fila, y sentí un tonto alivio al ver que tras de mí la hilera seguía creciendo.

Para hacer menos tediosa la espera, saqué el libro de turno de mi bolso, dispuesto a vagar por los paisajes orientales y pabellones de oro del último capítulo de la novela que estaba leyendo. Antes calculé el tiempo que tardaría en que llegara mi turno: mínimo una hora. La fila reptaba de un modo casi imperceptible.

Había pasado una media hora cuando cerré el libro. Me encontraba ahora en la entrada de los cordeles culebreros. Reflexioné un rato, sin mirar a nadie, acerca del final de la novela. Sin embargo, pronto me sorprendí inventándole historias a los aburridos rostros que hacían la fila, mientras intentaba contar los puestos que faltaban para que me tocara cambiar mi miserable cheque

La procesión avanzaba lentamente en medio de murmullos y miradas inquietas.

De pronto, un sonido cristalino -como de perlas de un collar que se rompe y caen al piso-, inundó el lugar. Durante el primer segundo posterior al sonido, la fila se detuvo totalmente; los cinco siguientes, se desarmó por completo y todos en cuclillas recogían ansiosamente algo… no supe de que se trataba hasta que un puñado de ellas llegó a mis manos. Eran bolitas de cristal que se le habían caído a un niño. Atiné a entregárselas cuando vi que otros hacían lo mismo, y al ver su cara de desconcierto y alegría por la recuperación del tesoro perdido, deseé que mi cheque tuviera la cifra de ciento dos mil bolitas de cristal.

6 comentarios:

Astilla dijo...

Oye que este post es de verdad lindo.
A veces dan ganas de eso, de que el dinero no sea otra cosa más que lo de verdad apreciado. Lo que de verdad hace nacer una sonrisa en un niño y no billetes.

Gracias por encontrarme. El gusto y la sorpresa son mios.

Anónimo dijo...

Lindo y antiguo texto

Por cosas como esas se le admira todavía más

Abrazus

Arn ^^

Pulo dijo...

Lo leí hace tiempo... de hecho, aun esta en mi pc y nunca te di mi opinión sobre el... y esta no sera la ocasión...

botas de agua dijo...

Todos tenemos bolitas de cristal. Tus posts son una de ellas. Me sorprendió encontrar a Mishima en esa cola... qué te pareció? Qué reflexionaste sobre el final?

Tristancio dijo...

"Quema lo que has adorado." La belleza no está donde creemos, y donde parece evidente. Cuando eso ocurre, la belleza cansa... A veces, nos hacemos prisioneros de bellezas que no son tales, o que no podemos tocar ni compartir. Qué solos nos quedamos entonces... Es más bella una casa de madera que pueda habitar y que me habite.

Eso recuerdo, Botas, además de la tristeza vacía que experimentas, antes de emprender otro viaje...

botas de agua dijo...
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