3 de julio de 2014

Hologramas


Nos conocimos en otra dimensión, en medio del alboroto cotidiano del tren mañanero. Entre cientos de ojos, los nuestros se cruzaron en esa esquina intangible del tiempo y del espacio. Allí nos enamoramos, tontos perdidos, nos compramos la casita con subsidio y tuvimos a los mellizos. Aunque las cosas no fueron fáciles, alcanzamos a rozar la felicidad. Pero la velocidad de las estaciones todo lo desvanece y cuando las puertas del tren se cerraron tus ojos ya no estaban reflejados en la ventana.

4 comentarios:

Beauséant dijo...

Me atrevería incluso a decir que por suerte. No hay nada más terrible que confrontar los sueños con la realidad...

Anónimo dijo...

Ni un brillooo....

Edurne dijo...

Pues sí que fue rápido todo!

A veces, la vida es eso, un suspiro... ahogado!

Besos, compañero, besos y abrazos a través de la mar océana...!
;)

Sergio Saavedra Rivera dijo...

Algunos días de la semana, dos para ser exacto, uso el tren urbano aquí en Sydney; desde mi trabajo a mi casa, cruzo el puente famoso y miro el teatro famoso. Los demás días cruzo el puente en mi auto, por arriba y por debajo, por el túnel con vista a nada. Por eso siempre amo esos momentos de tren, y tu historia la he vivido cientos de veces, con cientos de protagonistas, con cientos de finales; algunos heroicos, otros tristes, otros mas nostálgicos. Y lo disfruto siempre.
Saludos amigo!