De un tiempo a esta parte, los
días se empeñan en estrenar soledades nuevas y esta ciudad –con pecado concebida– es su alcahueta.
Un día olvidaré el camino de regreso a casa y después de vagar sin rumbo (como
siempre se vaga en la ciudad) volveré a este rincón-oficina, porque las razones
del pan están por sobre el frío de las patas del alma… Y aquí moriré,
intentando corregir los errores de un corazón
mal escrito.
Mientras tanto, escribo entre las
líneas de las costillas para un público analfabeto.
… a lo mejor (o a lo peor) tengo
que cambiar el celular.
2 comentarios:
al final siempre acabamos pasando por el aro. algunos con gusto y otros pataleando, claro.
Nada, no cambies nada, al menos la esencia, que las vestes ya van mudando ellas solas...
Besos, abrazos y aplausos, don profe, como siempre!
;)
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