No, a nadie le extrañó que mamá llorara,
solo a mí, que nunca antes la había visto llorar. Y vaya que tenía motivos para
hacerlo… Y yo también lloré. Pero no por el padre muerto, sino por las lágrimas
de mamá, por las desconocidas lágrimas que por tantos años mamá había guardado como cardenales en
la piel de su alma…