27 de noviembre de 2006

Perro huacho

El perro huacho
no siempre recuerda la mezcla que tiene.
El oficio diario de recorrer caminos
le hace olvidar su(s) raza(s).

Por esencia es un quiltro callejero
le gusta viajar y traer cosas de todos lados.
Las más coloridas le llaman la atención
incluso hasta los ceniceros aun cuando no fuma.

Pero seguro no recuerda
la fuerza del Rottweiler que lleva.
Olvida que de sus antepasados le viene la altura del Gran Danés
porque se siente a veces tan pequeñito como un Salchicha.

Será porque ve todo en blanco y negro
que a veces no ve su estirpe de Pastor Alemán?
Será que la calle le come la memoria
y no recuerda la nobleza del Labrador que lleva?

Lo que más me preocupa
es que olvide a su Cocker Spaniel.
Que se olvide de jugar
o que no quiera dejarse querer por los otros quiltros que ha conocido.

(Este poema fue uno de los regalos de cumpleaño más bellos que he recibido a lo largo de mis 36... Y nada, quería compartirlo con aquéllos que de tanto en tanto vagan por aquí. A la amiga que me lo regaló... mil gracias).

8 de noviembre de 2006

Autorretrato


... al menos no hace frío, lo combato con el radiador para los inviernos crueles, y para primaveras que no se deciden del todo a llegar. Estoy recluido en mi habitación. La cama está sin hacer ¡todavía! Además, está llena de ropa, la que no, está tirada por el piso. El televisor está encendido. No entiendo la película, pues la verdad, no le pongo mucha atención... le doy la espalda. Una puerta del armario está abierta y deja ver más ropa desordenada y algunos artículos de aseo desparramados. Dudo si levantarme a cerrarla o no. Mejor no, pues el desorden seguirá existiendo tras la puerta. En la tele, una chica intenta seducir a Brad Pitt. Tazas, vasos y platos de la última vez que comí algo, se reparten entre el velador y el escritorio. De los papeles, ni hablar. Los hay de los más frecuentes por este territorio (pruebas, trabajos de mis alumnos; propaganda de cine, kinos sin ilusiones, un billete de mil pesos, boletos de micro con direcciones electrónicas, diarios... en fin). Cajas de medicamentos varios, para diversos males del cuerpo y del alma (debería tomarme uno ahora o me olvidaré). Hay polvo sobre los muebles. Podría escribir mi historia sobre el polvo acumulado en no sé cuantos días. Yo también estoy aquí, en medio de todo este caos. Para la ocasión, estoy vestido en tonos marrón. Todos los tonos de marrón me cubren. No llevo zapatos, sólo calcetines. Mi territorio ha perdido su belleza. Estoy pensando, seriamente, poner orden un día de estos. Las estrellas del cubrecama están arrugadas sobre un surrealista cielo amarillo, que parece caerse a pedazos...

El hombrecillo marrón que suscribe la presente, sin embargo, viste ordenadamente, por fuera; por dentro, no encuentra las prendas adecuadas que vistan su alma... No quiero abrir la puerta de mi habitación. No quiero salir. Pese a todo, se está mejor acá que allá afuera... en el mundo. Aquí, al menos, no hace frío....