31 de agosto de 2010

Debut

Nervioso, desenfundó el violín y para tranquilizarse ensayó algunas notas. Era su primer concierto como solista y, a decir verdad, ni el escenario ni la acústica ni el público eran lo que él había soñado para su debut. Pero no iba a echar pie atrás. No, no le daría la razón a su padre en eso de que los músicos eran unos muertos de hambre. Y así, desenfundando también su orgullo, cerró los ojos, respiró hondo y atacó. Comenzó con Karelia, porque Sibelius le hacía olvidarse del mundo. Luego, con Rachmanivov y su Vocalise, se fue perdiendo en su propia música, y se vio tocando, como si fuera otro, en desiertos y valles desconocidos, en montañas ignoradas, solo… completamente solo. De pronto, un sonido ajeno le hizo regresar, de sabe Dios qué territorios, a la tierra. Era el sonido de las primeras monedas que comenzaban a caer en el estuche del violín, que él había dejado como abandonado en el pasillo del metro.

Entonces, las emprendió con Por una cabeza para el deleite del público pasajero.



17 de agosto de 2010

Cuenta regresiva ...

... pocas veces sé el día en que vivo. El tiempo y yo vagamos por caminos distintos. Pasa que el tiempo me dijo que yo lo había perdido, y debe tener razón. A ratos nos encontramos, algún martes o miércoles laborable... porque sí.

... tampoco sé mucho del cuerpo que habito. A veces siento que quiere decirme alguna cosa, que se le escapa la sangre, la carne... los huesos. Yo solo lo miro con extrañeza, como si no fuera el mío.

... el tiempo y mi cuerpo deben andar por ahí, sonriéndose de mí, que me he quedado con el alma entumida en un eterno domingo de invierno.

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