Debut
Nervioso, desenfundó el violín y para tranquilizarse ensayó algunas notas. Era su primer concierto como solista y, a decir verdad, ni el escenario ni la acústica ni el público eran lo que él había soñado para su debut. Pero no iba a echar pie atrás. No, no le daría la razón a su padre en eso de que los músicos eran unos muertos de hambre. Y así, desenfundando también su orgullo, cerró los ojos, respiró hondo y atacó. Comenzó con Karelia, porque Sibelius le hacía olvidarse del mundo. Luego, con Rachmanivov y su Vocalise, se fue perdiendo en su propia música, y se vio tocando, como si fuera otro, en desiertos y valles desconocidos, en montañas ignoradas, solo… completamente solo. De pronto, un sonido ajeno le hizo regresar, de sabe Dios qué territorios, a la tierra. Era el sonido de las primeras monedas que comenzaban a caer en el estuche del violín, que él había dejado como abandonado en el pasillo del metro.
Nervioso, desenfundó el violín y para tranquilizarse ensayó algunas notas. Era su primer concierto como solista y, a decir verdad, ni el escenario ni la acústica ni el público eran lo que él había soñado para su debut. Pero no iba a echar pie atrás. No, no le daría la razón a su padre en eso de que los músicos eran unos muertos de hambre. Y así, desenfundando también su orgullo, cerró los ojos, respiró hondo y atacó. Comenzó con Karelia, porque Sibelius le hacía olvidarse del mundo. Luego, con Rachmanivov y su Vocalise, se fue perdiendo en su propia música, y se vio tocando, como si fuera otro, en desiertos y valles desconocidos, en montañas ignoradas, solo… completamente solo. De pronto, un sonido ajeno le hizo regresar, de sabe Dios qué territorios, a la tierra. Era el sonido de las primeras monedas que comenzaban a caer en el estuche del violín, que él había dejado como abandonado en el pasillo del metro.
Entonces, las emprendió con Por una cabeza para el deleite del público pasajero.