24 de diciembre de 2006

La Nochebuena de los Solitarios…

Han dado las doce sin campanadas por ninguna parte. Algunos amigos virtuales me desean “feliz navidad”. Les digo que gracias, aunque sin saber muy bien por qué. La casa está a oscuras, no sea cosa que a algún vecino solidario se le ocurra venir a saludar.

Por los resquicios de la cortina miro la felicidad de los otros…

Mis perros han cenado. Hoy, no sé por qué, les preparé algo especial: a su comida de siempre le piqué pollito asado. Y claro, se han puesto felices. Ahora duermen, en mi cama, agotados en una en una larga hilera perruna. A veces, no me agrada que tengan un padre tan poco feliz.

A veces…

A veces, siento que mis perros quieren que yo sea feliz…

No sé si alguna vez le pedí algo al Viejo Pascuero; no sé si alguna vez creí en él. Había tan poca magia en mis navidades de niño. Siempre quise una bicicleta, pero esa la deseaba todos los días del año. Este año quise comprarme una, pero no resultó. Creo que es algo así como la “maldición de la bicicleta”. Tal vez, cuando por fin tenga una, si es que eso llega a suceder, vuelva a creer en el Viejo Pascuero.

Ahora, Viejito, te quiero pedir algo, si aún estás cerca, ya que son la 1 y 10 minutos: Quiero dormirme sin pensar esta noche… y que les cumplas los deseos a mis perros.