Nos lamentamos, hipócritas, de no haberlo visto venir.
Como cada tarde, vagábamos por las calles buscando alguna
aventura para matar el tiempo. Remigio, el tonto del pueblo, con tal de ser
parte del juego, se prestaba solícito a nuestros
sádicos caprichos, ya como blanco de los
pelotazos, ya como animal de carga… en fin, siempre como víctima. Ese día sería
un prisionero a quien debíamos rescatar de una muerte casi segura.
Después, cuando espantados contamos lo sucedido, nadie
dudó de nuestra versión: “Estábamos lejos, no lo vimos venir…”
“Es que por este pueblo” -agregó alguien para finiquitar
el asunto- “el tren pasa tarde, mal y nunca”.
2 comentarios:
Es extraño, hay gente que es capaz de vivir con esas cosas, de guardarlas muy dentro y acabar por creer lo que dijeron.. Quiero pensar que yo no podría, pero...
La crueldad. El aburrimiento. Las mentiras. El silencio...
Besos y aplausos!
;)
Publicar un comentario