–Mucho me temo que vienen a rescatarme–
exclamó fastidiada la princesa. Cautiva desde hace siglos en la última página
de su propia historia, vio como la hoja que la precedía se transparentaba poco
a poco ante la inminencia de un nuevo final, que inevitablemente sería el mismo
de siempre: un apuesto príncipe, de ajustadas y –a estas alturas– desteñidas lycras azules, irrumpiendo en lo
alto de la torre para salvarla. Pero esta vez, la princesa no estaba en su
celda. Había huido por la última línea –esa del “y fueron felices”– no se sabe si con el rudo carcelero o con la
suave criada.
2 comentarios:
¡ME ENCANTA!
Vaya final, el mejor, así me gusta, una princesa capaz de escribir su propia historia.
BRAVO!
Y bravo a usted, caballero, que le dio la posibilidad de reinventarse, o recuperarse, a sí misma.
Besos y aplausos, más abrazos!
;)
Totalmente cierto, si te quieres rescatar lo mejor es ponerse a ello, que los príncipes siempre se entretienen por el camino :)
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